jueves, 24 de enero de 2013

Un impulso al transporte de crudo en Norteamérica


Durante las primeras semanas de su segundo mandato como presidente de EUA, Barack Obama, debe tomar una decisión clave para el futuro del transporte de crudo hacia su país. Si finalmente se llevara a cabo la construcción del XL Keystone Pipeline, Estados Unidos recibiría alrededor de 4 millones de toneladas de petróleo al día procedentes de Canadá, lo que dobla las importaciones diarias actuales procedentes de Oriente Medio.

Se trata de una infraestructura valorada en más de 7.000M$ cuya construcción supondría centenares de nuevos puestos de trabajo en regiones estadounidenses tradicionalmente deprimidas como los estados de las rocosas o los del Medio Oeste. A pesar de que diversos sectores industriales lo respaldan, diversas asociaciones de granjeros y ganaderos del Medio Oeste y de ecologistas se han opuesto frontalmente al desarrollo del proyecto, ya que éste atraviesa diversos parques naturales y pondría en peligro diversas especies amenazadas. Además, se modificó el que iba a ser su trazado original ya que pasaba por encima del mayor acuífero de agua dulce de Norte América.

Esta obra de ingeniería conectaría las reservas petrolíferas del Lago Atabasca (principalmente situadas en la provincia canadiense de Alberta) con las refinerías del medio oeste y Texas. El oleoducto atravesaría ocho estados en EEUU (Texas, Oklahoma, Kansas, Nebraska, Dakota del Sur, Dakota del Norte y Montana) y dos provincias canadienses (Saskatchewan y Alberta) convirtiéndose de esta manera en el mayor oleoducto del mundo, tanto en capacidad como en longitud.

Con la construcción de esta infraestructura, las importaciones de petróleo procedente de Canadá aumentarían hasta los 4 millones de barriles diarios hacia 2020, casi el doble de las transacciones que se realizan a día de hoy. Este país tiene las segundas mayores reservas de crudo del mundo, por detrás de Arabia Saudí, estando el 95% de éstas concentradas en las arenas bituminosas del Lago Atabasca.

En conclusión, el presidente norteamericano debe tomar una decisión estratégica para el futuro del transporte de crudo en su país. Para ello deberá tener en cuenta la opinión de sus votantes de ideología ecologista y la de los habitantes de estas regiones que ven este proyecto como su salvación en forma de empleo.

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