sábado, 2 de febrero de 2013

MAGIA




Cada uno hace su aportación como puede o como quiere. Somos muchos. No creo que encuentre artículos o noticias tan interesantes como los que veo por aquí, así que mi aportación tendrá forma de reflexión: explicaré por qué me parece esencial la logística, por qué creo que la logística debería ser la vacuna contra todos los pájaros que nos han metido en la cabeza desde que aprendimos a decir mamá; contra los artículos de The Economist; contra toda la filosofía del éxito, la innovación y el liderazgo; contra esa admiración hacia Steve Jobs o hacia Mark Zuckerberg; contra todas las frases que a fuerza de repetir ya no entendemos. Nos han metido un caballo de Troya en la cocina, amigos: vivimos rodeados de magia.

No comprendo cómo funciona el mundo. No comprendo los mecanismos de esta máquina. Le doy al botón y sale el café. Giro la manilla del grifo y los cristales se empañan de vapor. Vivo de fe. El mundo es una civilización primitiva regida por la magia. Me encuentro desnudo junto al fuego con un tambor entre las piernas. Cantamos y sacrificamos cabras a los dioses. El chamán del pueblo está de pie, la cara pintada de rojo y negro, tiene fuego en las pupilas; un brillo anárquico que habla de noches de insomnio y cocaína. Hizo su máster en Harvard y es capaz de adivinar con magia negra, augurios extraídos de los sueños y superstición cuándo comenzará la época de lluvias. A veces yerra el tiro y todos, desnudos, miramos al cielo sobrecogidos: los dioses están contrariados: sacrificamos otro cerdo y degollamos siete bebés en la piedra blanca, la que mira al este.
-Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y la parte quemada de las tostadas produce cáncer.
-¿Y eso quién lo dice?
-¡El chamán!
-¡Ah, bueno!
Extraemos el corazón aún caliente con un machete, lo escurrimos como una esponja y mezclamos la sangre con jugo de coco y alcohol destilado de palmera. Bebemos empapándonos los labios en sangre y bailamos desnudos al calor del fuego por dos noches, las pelotas tiritando como platillos de pandereta.

Coger un avión. Invertir en bolsa. Conectarse al wifi. Cajas de ahorros. Organizaciones, formaciones, asociaciones, instituciones, corporaciones, mutualidades, agrupaciones, entidades, congregaciones, sindicatos, clubes, hermandades y cofradías. Organizaciones no gubernamentales, Organización Mundial de la Salud, Naciones Unidas, Green Peace, grupos de presión, protectoras de animales, plataformas para el calentamiento global, proyectos de desarrollo, directivas comunitarias, directivas de grupo, planes estratégicos, planes operacionales, planes tácticos y operativos: me aburro. Me aburro y a veces, en la cama, de noche, me encojo, asustado, y me duermo.

Vivimos rodeados de magia, de millones de piezas que no comprendemos, y cuanto menos las comprendemos más las admiramos. Cuanto menos capaces somos de ver el fruto inmediato de nuestro trabajo más orgullosos estamos de él. Nos dan papeles, trabajamos los papeles y entregamos los papeles. No puedo más, amigos. Quiero desatascar un váter. Quiero arreglar un váter y ver el fruto de mi trabajo: ¡ya puedes cagar!, ¡gracias!

Y aquí es donde entra la logística. Por primera vez en cuatro meses de máster nos encontramos ante algo real. Real. La logística nos ayuda a mirar alrededor y comprender cómo funciona esta maquinaria, a saber dónde demonios estamos, a entender el mundo en el que vivimos, a discernir la realidad de la leyenda, de la magia, de las películas de Walt Disney, de las biografías de grandes genios, de la prensa política internacional, de los trajes y el humo y el ruido, de esos profesores que dicen que aprenden ellos más de los alumnos que los alumnos de ellos, de la innovación, de esa maldita obsesión por la innovación, de toda esa gente que dice que hay que aprender chino y de esas madres histéricas que apuntan a sus hijos a piano, inglés, francés, portugués, informática, pintura, judo, química, física y debate.

A ver, tesoro, déjate de historias y explícame cómo envío cuarenta contenedores de Colombia a Lisboa.

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